1
Murió ahogado en los brazos de su madre.
Aquella terrible experiencia fue algo que María jamás pudo superar. Ver el rostro de su hijo mirándola en el último hálito de vida le destrozó el alma. A partir del instante en que los ojos de Rafael se apagaron, todo dejó de tener sentido para ella.
Hasta aquel suceso fatal, el mundo le había sonreído. María era dichosa en su matrimonio con Alfredo. Tenían dos hijos preciosos y cientos de ilusiones por cumplir. Nerea, de seis años, era la alegría de la casa. Rafita, el pequeño, había colmado las aspiraciones de la familia. Pero el destino, ese monstruo cruel que se ríe con sarcasmo de los seres humanos, tenía otros planes para ellos.
2
Una luminosa mañana de domingo, partieron en dirección a La Pedriza con la intención de disfrutar de un estupendo día de campo. Los niños cantaban en el coche, mientras los padres sonreían plenos de felicidad y orgullo por haber traído al mundo esas criaturas que les llenaban de amor y cariño. Era el mes de abril y la primavera comenzaba a estallar en un sinfín de colores, sonidos y perfumes. La jara exhalaba su intenso aroma por todas partes. Los mirlos trinaban llenos de gozo ante la llegada del buen tiempo. Las abejas zumbaban libando de flor en flor y las ardillas jugueteaban entre las ramas de los pinos. Bajo aquel paraíso de árboles y montañas, la cuenca del río vertía sus aguas cristalinas entre angostos cañones de granito. La familia disfrutaba del paseo respirando el aire puro de la sierra. Contemplaban con admiración aquellos increíbles parajes de formaciones rocosas, que parecían encantadas por un capricho de la naturaleza.
—¡Mira, mamá! —dijo Rafita señalando con el dedo hacia arriba— ¡Esa roca es igual que un pájaro!
—¡Y aquélla parece una seta gigante! —exclamó Nerea entusiasmada.
Tras caminar durante horas por un sendero que les llevó hasta el final del bosque, a mediodía decidieron detenerse en un prado para comer. La madre había traído de casa una ensalada y varios bocadillos. Después de la comida, los niños se dedicaron a recoger piñas en una cesta de mimbre.
—¡Rafita, ven! —exclamó Nerea corriendo entre los pinos— ¡Aquí hay un montón!
Rebosantes de alegría, los niños cogían piñas del suelo mientras los padres descansaban abrazados junto al río. Dos horas más tarde regresaron a Madrid, tras haber disfrutado de una jornada al aire libre en plena naturaleza.
3
El lunes por la mañana los niños fueron al colegio. Alfredo se dirigió como siempre en dirección al despacho. María fue al mercado y luego volvió a casa para hacer la comida. Antes del mediodía recogió a sus hijos y comieron juntos. Alfredo solía llegar siempre tarde del trabajo. Se dedicaba de lleno a sus negocios y casi nunca estaba en casa antes de las seis.
Después de hacer sus deberes, los niños merendaron y se fueron a jugar en el trastero. Nerea sacó de la cesta todas las piñas que habían recogido en la sierra y se dispusieron a extraer los frutos. La madre estaba en el salón escuchando la radio mientras cosía un jersey de lana para Rafita. De pronto, escuchó un grito de su hija.
—¡Mamá, ven! ¡Rafita se ahoga!
María dejó de golpe el ovillo y las agujas. A toda velocidad llegó al trastero. El suelo estaba repleto de piñas abiertas. El rostro amoratado de Rafita mientras intentaba respirar encogió su corazón en un puño. Le puso boca abajo inclinándole y golpeó su espalda con fuerza. No había forma de que expulsara el piñón. Se había atravesado en la garganta. Metió los dedos en la boca de su hijo en un intento desesperado. Todo fue en vano. La vida en el cuerpo de Rafita se fue apagando hasta dejar paso a la muerte. Un grito desgarrado salió de su alma. Nerea lloraba temblando junto a la madre. Miraba con ojos asustados a su hermano recién muerto. En menos de cinco minutos, la felicidad de una familia se había resquebrajado por completo.
Cuando Alfredo llegó a casa, su mujer y la niña aún seguían allí sin poder moverse. La madre sostenía a su hijo entre los brazos con la mirada perdida. Nerea se agarraba a su falda tiritando de miedo. Al ver aquella escena, sintió sus brazos languidecer. El maletín que llevaba en la mano cayó golpeando contra el suelo. Todos los documentos se desparramaron entre las piñas. Alfredo se puso de rodillas acariciando el rostro de su hijo. Luego se desvaneció.
4
No hubo consuelo para el dolor de María. Contemplar aquella mirada inocente en los últimos instantes de su vida le marcó para siempre. A partir de entonces, todo dejó de tener sentido... El hecho de no poder salvarle la hizo sentir culpable, aunque sin duda no lo era. ¿Qué madre puede querer algo así para su hijo? Sólo una mujer sabe lo que significa ver morir a un ser que ha nacido de sus entrañas. Pero María se torturaba pensando en que podía haber hecho algo más... Hubiese dado lo que fuera por retroceder en el tiempo y salvar a su hijo. Algo dentro de ella se negaba a aceptar la cruda realidad. Cada mañana despertaba con la sensación de que no había ocurrido; que antes o después Rafita volvería a casa; que le vería llegar corriendo por el pasillo y le cogería en volandas para darle un abrazo y mil besos. Por desgracia, eso no sucedió nunca.
Alfredo desde aquella tarde comenzó a mostrarse ausente, viviendo tan sólo por pura inercia. Se refugió en el trabajo para poner cerco a cualquier pensamiento que pudiera hacer mella en su ánimo... La desolación invadió un hogar que hasta aquel trágico día rebosaba pletórico de vida. Una vez más el destino, ese cíclope de mirada fulminante, había escrito las páginas de una familia.
El paso del tiempo no mitigó su tristeza, pero al menos sirvió de bálsamo para suavizar tan amargo recuerdo. Alfredo y María decidieron traer al mundo otro hijo que sustituyera el hueco dejado por Rafael. Después de intentarlo durante algún tiempo, María se quedó embarazada. A los nueve meses llegó el deseado varón, al que llamaron Héctor. Poco a poco la felicidad fue entrando de puntillas en la casa. A medida que Héctor iba creciendo, María colmaba el vacío dejado por su hijo fallecido.
5
Héctor nunca supo nada sobre la existencia de su hermano. La muerte del niño siempre fue un tema tabú en la familia y rara vez se mencionaba. Nada más fallecer Rafita, guardaron todas las fotos amontonadas en un viejo baúl del trastero y procuraron ignorar el dolor alejándose de los recuerdos. El pequeño creció ajeno al sufrimiento de la madre, aunque siempre intuyó algo extraño reflejado en su mirada... A medida que se hacía mayor, Nerea a veces le hablaba del “secreto” pero sin decirle nada más; tan sólo dejaba vislumbrar algunas alusiones en sus comentarios. Con la curiosidad propia de un niño, Héctor a menudo insistía a su hermana para que le revelase el secreto. Nerea le prometió que cuando cumpliera siete años, le contaría todo.
Un día por casualidad Héctor abrió la puerta del trastero. Siempre solía estar cerrada, pero por descuido de la madre se quedó entreabierta después de hacer la limpieza. El trastero era un lugar oscuro que ni siquiera tenía bombilla en el techo. Los padres la quitaron para que los niños no se metieran a jugar allí nunca más desde que sucedió lo de Rafael. Sólo a media mañana un haz de luz iluminaba la estancia con claridad. Fue la primera vez que Héctor se atrevió a meterse allí dentro. Hasta entonces, lo máximo que había hecho era asomarse desde afuera. Todos esos muebles desordenados y las alfombras amontonadas le daban un aspecto desapacible. Siendo más pequeño, le dijeron que una bruja vivía allí dentro y se comía a los niños que entraban. Pero con el transcurrir de los años su curiosidad pudo vencer al miedo... Héctor se acercó hasta una antigua vitrina que perteneció a los difuntos abuelos. Sobre ella había un marco plateado con la foto en blanco y negro de Rafael. Estaba disfrazado de chino con un sombrero asiático sombrero en forma de paltillo y una coleta hecha de lana negra entrelazada. Llevaba una capa de raso que tenía un dragón negro en el centro. Varios símbolos chinescos adornaban el traje. Los dedos de Rafita apuntaban hacia arriba simulando una postura oriental. Permanecía de pie junto a una enorme cornucopia que había en la entrada de la casa. Su imagen de perfil se reflejaba en el espejo mostrando dos perspectivas de su figura. Aquella foto la hicieron en el cumpleaños de Nerea, justo dos meses antes de que Rafael muriese.
Héctor fue corriendo con el marco hasta llegar al salón.
—Mamá, ¿quién es este niño disfrazado de chino?
María no pudo contestar a su hijo. Dejó de coser y se echó a llorar tapándose la cara con las manos. Nerea entró en el salón, cogió a Héctor de la mano y se lo llevó a su cuarto. Al fondo se escuchaban los lamentos de la madre.
—¿Por qué llora mamá? —preguntó a su hermana sentado en la cama.
—Algún día lo sabrás.
—¿Llora por el secreto?
—No puedo decírtelo, Héctor. No puedo.
6
Cuando Héctor cumplió siete años, por fin Nerea le reveló el secreto. Una mañana en que la madre salió a hacer la compra, los dos aprovecharon para meterse en el trastero. Nerea cogió una vela de las que guardaban en la cocina por si había algún apagón. Nada más entrar, rebuscó en su chaqueta y sacó varias cerillas. Luego encendió la vela colocándola sobre una mesa.
—Ahora verás —le dijo a su hermano.
Nerea gateó entre las patas de varios muebles y sacó a rastras un viejo baúl de madera. Después lo situó en mitad de la estancia. El chirriar de las bisagras al abrirlo delataba que llevaba mucho tiempo allí olvidado. Dentro había un montón de retratos familiares de diversas épocas. Las fotos estaban revueltas y llegaban casi hasta el borde. Nerea sacó varias de ellas al azar para enseñárselas. Héctor se quedó fascinado.
—¡Es el mismo niño que está disfrazado de chinito! —dijo mirando la foto del marco sobre la vitrina— ¿Por qué sale tantas veces?
—Porque es nuestro hermano.
—¿Nuestro hermano? —preguntó sorprendido.
—Sí, Héctor, nuestro hermano Rafael.
—¿Y dónde está nuestro hermano?
—Dice mamá que Rafita está en el cielo.
—¿Pero... qué hace allí?
—Está esperando a que vayamos nosotros.
—¿Y por qué se fue?
—Se fue porque se comió un piñón.
Héctor se rascaba la cabeza sin entender nada.
—¿Los niños que se comen un piñón van al cielo?
—A veces sí, y a veces no... Depende de lo que Dios quiera.
Continuaron viendo las fotos ante el asombro de Héctor, que acababa de descubrir todo un mundo no revelado... Hubo una cosa que le llamó mucho la atención: Rafita salía en las fotos con los mismos juguetes que él tenía. Y también el mismo babero que usó de pequeño para tomar las papillas. Era un babero con el dibujo del perro Goofy.
Antes de que la madre llegase del mercado, Nerea recogió las fotos y las guardó en el baúl. Dejó todo tal como estaba y salieron rápidamente del trastero. Pero el encuentro de Héctor esa misma tarde en el parque con un vecino torció las cosas… Al decirle con toda la inocencia del mundo que su hermano estaba en el cielo, aquel niño perverso le contó que Rafita murió ahogado con un piñón y que estaba enterrado en el cementerio como su abuelo. Eso le impactó para toda la vida. Desde aquel día Héctor tuvo constantes pesadillas. Soñaba que se atragantaba con un piñón igual que su hermano. A menudo Héctor se despertaba gritando: «¡Mamá, no puedo respirar!». La madre acudía a la habitación para calmarlo protegiéndole entre sus brazos.
7
Transcurrió el tiempo y los padres fallecieron. Nerea estuvo casada durante varios años pero terminó separándose. Héctor hizo la carrera de piano y se dedicó por completo a la música clásica. Su maestro don Ezequiel le instruía en las clases de solfeo desde que ingresó en el conservatorio. El profesor le orientaba sobre las pautas a seguir en sus composiciones. Héctor llevaba meses imbuido en la creación de una sinfonía que le tenía absorbido de manera obsesiva... El trauma relacionado con la trágica muerte del hermano continuaba latente en su vida. Todavía soñaba con aquella angustiosa pesadilla en la cual sentía que se ahogaba.
Tuvieron cerrada la casa de los padres durante mucho tiempo. El temor de revivir sus antiguos miedos era suficiente motivo para que Héctor no quisiera regresar allí. Sin embargo, algo en su interior le pedía que volviese. Era como una voz lejana que le susurraba desde la conciencia... De algún modo presentía que antes o después aquel día iba a llegar.
Por fin una mañana se armó de valor y fue de nuevo a la casa tras muchos años de ausencia... Nada más llegar, Héctor abrió las ventanas para que todas las estancias se ventilaran. La vivienda estaba llena de goteras y telarañas por todas partes. Ordenó las cosas como buenamente pudo, colocando en el recibidor los enseres inservibles. Encendió un par de velas que había en la cocina y se metió en el trastero para retirar el resto de los muebles. Al entrar, sintió una bocanada del pasado en pleno rostro. Héctor recordó el día en que Nerea por fin le reveló el secreto... Sobre la antigua vitrina de los abuelos, seguía la foto de Rafael. El cristal del marco estaba cubierto de polvo. Lo limpió con la manga de la camisa y luego se detuvo para contemplar a su hermano. La emoción le invadió por dentro... Dejó el marco sobre la mesa y se agachó. Allí debajo en una esquina seguía el baúl con las fotos familiares. Lo puso en medio de la estancia, tal y como hizo su hermana cuando eran pequeños. Héctor giró la vieja llave de la tapa expectante… Tras abrirlo, un torrente de imágenes retornaron al presente como si hubiera frotado una lámpara mágica. Contempló otra vez después de muchos años las fotos antiguas de la familia. Allí permanecían intactas las escenas de otros tiempos en los cuales sus padres fueron felices. Con lágrimas en los ojos, recordó que había compartido los mismos juguetes y las ropas de su hermano Rafael.
Pasó varias horas imbuido en los recuerdos de la infancia, hasta que a media tarde le invadió el cansancio. La noche anterior no pudo pegar ojo debido a la excitación de pensar en volver allí. Antes de regresar a su casa, Héctor decidió tumbarse en un pequeño colchón que había en el trastero. Imaginó que tan sólo sería cuestión de diez o quince minutos; sin embargo, nada más echarse quedó sumido en un profundo sueño. Dos horas después, despertó con un sudor frío recorriéndole el cuello y la espalda. Había tenido una desagradable pesadilla que le encogió el corazón en un puño. En aquel sueño la foto del marco se agrandaba ocupando toda la pared del trastero....... Su hermano permanecía de pie disfrazado, con los brazos flexionados y los dedos índices apuntando hacia arriba....... De pronto giró la cabeza mirándole fijamente...... Entonces con la mano derecha le señaló a él....... Al intentar salir corriendo, Héctor se precipitó por un agujero que había en mitad de la estancia, cayendo por un túnel infinito hacia la nada……
Cuando comprobó que el cristal del marco estaba resquebrajado, se quedó de piedra. En ningún momento tuvo la sensación de haberlo golpeado mientras soñaba, aunque dormido y en la oscuridad tampoco podía asegurarlo. Cogió un montón de fotos del baúl y salió angustiado de allí. Nada más llegar a casa, guardó las fotos en el cajón de la mesilla.
A partir de entonces, se obsesionó por completo con el recuerdo de su hermano... Aquella visita a la antigua casa paterna le había sumido de lleno en el pasado. Por las mañanas lo primero que hacía era sacar algunas fotos del cajón y echarles un vistazo. Luego las colocaba sobre el piano para contemplarlas mientras componía. Por las noches volvía a guardarlas y escogía otras, con la intención de verlas al día siguiente. Héctor pasaba largas jornadas sentado frente al piano golpeando las teclas de manera compulsiva. Cerraba los ojos abstraído y las imágenes de su hermano comenzaban a desbordarle... Era capaz de pasarse horas entrelazando notas sin ni siquiera levantarse para hacer un descanso. Comenzaba a tocar de madrugada y a menudo no dejaba de hacerlo hasta el crepúsculo del atardecer. Así, día tras día... Héctor descuidó por completó su aspecto. La barba comenzó a cubrir sus mejillas y el cabello alborotado le daba aires de genio loco. No existía nada más a su alrededor que las teclas del piano y aquellas fotos apoderándose de su espíritu.
Una vez terminada la sinfonía, tuvo la necesidad de salir a la calle en busca de los recuerdos. Aquellas imágenes familiares plasmadas en el papel giraban sin cesar alrededor de su mente. Como impulsado por una fuerza invisible, quiso recuperar las escenas yendo en busca de esos lugares perdidos. Llamó por teléfono a Nerea para preguntarle dónde estuvieron aquel día en La Pedriza.
—Héctor, no entiendo para qué quieres ir allí —dijo contrariada.
—Necesito revivir esos momentos.
—¿Pero no te das cuenta de que es absurdo?
—¿Absurdo, por qué?
—No se puede revivir lo que no se ha vivido —replicó su hermana—. Tú no estuviste allí.
—Por eso mismo quiero ir —insistió Héctor.
—¿Y qué vas a ganar, mortificarte más todavía con algo que no tiene remedio? Mamá sufrió mucho... ¿Por qué te empeñas en prolongar esa agonía?
—Necesito ir. No me preguntes por qué.
A pesar de su intento por hacerle desistir, al final no tuvo más remedio que indicarle el lugar exacto donde estuvieron aquel domingo de abril. Al día siguiente por la mañana, se dirigió hasta La Pedriza. Su excitación iba en aumento a medida que caminaba por el sendero hacia el interior del bosque. Héctor se sentía extraño... Tenía la impresión de haber estado allí, aunque no recordaba nada en concreto. Lo cierto es que aquel entorno le resultaba familiar. Era parecido a tener un recuerdo de algo que nunca antes había estado en su memoria... Nada más llegar al claro del bosque, sin saber por qué fue directo al prado junto al río donde estuvieron comiendo sus padres y sus hermanos. Como atraído por un imán, se acercó hasta los árboles bajo los cuales Nerea y Rafita fueron a coger las piñas. De repente, un mareo vertiginoso le hizo caer de bruces. Por unos instantes perdió el conocimiento. Echado sobre la hierba, entreabrió los ojos y tuvo una alucinación: vio a Nerea de pequeña junto a él sonriéndole. Resultó ser un chispazo fugaz, pero intenso como si hubiera sucedido realmente.
De regreso a Madrid, lo primero que hizo fue ir a casa de su hermana para contárselo. Nerea pensaba que aquello había sido un espejismo provocado por la caída; pero Héctor insistía en que fue tan nítido, que incluso hubiera podido tocarla...
—No te lo tomes a mal —dijo Nerea—, pero creo que te vendría bien ir a un psicólogo. Todo lo referente a nuestro hermano te tiene trastornado.
Héctor se dio cuenta de que Nerea tenía razón. Aquellos pensamientos obsesivos le estaban desbordando... Días después, decidió someterse a una terapia intensiva para desentrañar lo más recóndito de sus emociones.
8
Héctor acudió a la consulta del doctor Smith en las afueras de la ciudad. Era un despacho íntimo con plantas tropicales, acuarios de peces, luces indirectas y el sonido de un pequeño surtidor de agua que hacía el ambiente cálido y acogedor. Aquel respetable hombre de barba canosa tenía un aspecto sosegado. Infundía paz y confianza en su entorno. Además del psicoanálisis, practicaba el hipnotismo y técnicas de relajamiento con sus pacientes. Sentado frente a Héctor, le pidió que le mirase sin apartar la vista.
—Concéntrese en el sonido del agua —le indicó—. Respire lentamente y siga el movimiento de mi dedo.
Cinco minutos después, el doctor Smith le pidió que se tumbara en el diván cerrando los ojos. Durante varios segundos permanecieron en silencio.
—Vayamos por orden cronológico —dijo el psicólogo—. Hábleme de los primeros recuerdos de su infancia. Saque a la luz todo lo que le venga a la cabeza; pero sobre todo no fuerce las palabras. Déjelas fluir, aunque lo que diga le parezca absurdo o inconexo.
Sentado en la silla giratoria, cogió su cuaderno de notas y esperó el discurso del paciente. Tumbado boca arriba, Héctor comenzó a hablar lentamente como si estuviera en trance.
—Recuerdo... recuerdo a mi madre cosiendo siempre en el salón... y a mi padre en su despacho ordenando papeles...... Recuerdo aquel primer día de clase y el miedo a lo desconocido...... Nunca se me olvidarán esos aburridos cuadernos de matemáticas repletos de números absurdos y de estúpidos diagramas...... Recuerdo... recuerdo aquella niña y su cara de malicia... Mercedes robó la goma de mi compañero y... luego me echó la culpa...... Aún siento las piernas temblando y mi humillación de pie ante el profesor...... Creo que fue la primera injusticia que presencié en mi vida……
Héctor mantenía los ojos cerrados intentando rememorar escenas del pasado. El doctor Smith le escuchaba expectante con el bolígrafo en la mano.
—Recuerdo… recuerdo la panadería por la mañana antes de ir al colegio... Los bollos de azúcar envueltos en papel de estraza, guardados en la cajonera hasta a la hora del recreo...... Recuerdo aquella tortuga que mi madre nos compró... y los patitos con plumón que nos seguían en fila por toda la casa...... Los metimos en un barreño con agua para que nadaran…, después se acurrucaban en el regazo de mi madre buscando calor...... Recuerdo... recuerdo el jardincillo junto al colegio donde nos colábamos saltando la valla y trepábamos a los árboles para coger hojas de morera... Ahora veo a los gusanos de seda metidos en la caja de zapatos con la tapa agujereada... Sí... Gusanos blancos y otros de rayas negras... Y la magia de contemplarlos envolviéndose en sus capullos de seda...... Recuerdo... recuerdo los payasos del circo... Sí... Aunque los niños se reían a carcajadas, tras esa nariz redonda y esas muecas histriónicas había dolor y amargura......
Durante unos instantes permaneció en silencio. Su respiración era profunda y acompasada.
—Recuerdo... recuerdo aquel globo rojo que se le escapó a una niña en un parque lleno de rosales... Sí... Aún lo estoy viendo volar cada vez más alto hacia el infinito y yo me preguntaba hasta dónde llegaría....... Recuerdo aquel pobre elefante encerrado en la jaula del Retiro y sus ojos llenos de tristeza... Nosotros le dábamos cacahuetes y él los recogía enrollando suavemente la trompa... Recuerdo aquel pastor alemán siempre a la entrada de la frutería, y la bondad reflejada en la cara de la vieja frutera que solía regalarnos fresas y mandarinas...... Recuerdo a mi abuelo contándonos historias de duendes junto a un arroyo, rodeados de árboles cubiertos de musgo verde...... Recuerdo aquel verano aprendiendo a nadar con mi padre en una pequeña cala del Mediterráneo... El color azul turquesa del mar y la luz brillante del sol me parecían lo mejor del mundo...... Recuerdo cuando mi madre iba a buscarnos al colegio y nos compraba pasteles... Recuerdo su bondad... Jamás... jamás la escuché hablar mal de nadie......
Por unos momentos Héctor se estremeció en el diván. El psicólogo permanecía atento a cada gesto y cada palabra del paciente.
—Recuerdo aquel concierto de música clásica en el salón de actos del colegio... La orquesta interpretó El lago de los cisnes... Nunca había sentido nada igual dentro de mí... El sonido de aquellos violines me hechizó para siempre...... Ahora... ahora veo a mi hermana en el hospital cuando la operaron...... Yo era muy pequeño, sí... A Nerea le habían regalado un gato... Un gato a rayas... Rayas naranjas, verdes y amarillas...... Tenía unos bigotes negros de plástico...... Entonces yo... yo... pregunté: «¿Ese gato de dónde ha salido?»...... Alguien dijo... «Lo han sacado de la barriguita de tu hermana»....... Y en mi inocencia me lo creí...... Sí... ¿Por qué razón me iban mentir?...... Estuve engañado muchos años con aquello...... Hasta que un día lo descubrí por mí mismo...... Y de ahí... de ahí vienen varias cosas...... De ahí viene mi engaño ante la vida...... Sí... La vida es un enorme engaño......
Héctor mantenía los ojos cerrados intentando rememorar escenas del pasado. El doctor Smith le escuchaba expectante con el bolígrafo en la mano.
—Recuerdo… recuerdo la panadería por la mañana antes de ir al colegio... Los bollos de azúcar envueltos en papel de estraza, guardados en la cajonera hasta a la hora del recreo...... Recuerdo aquella tortuga que mi madre nos compró... y los patitos con plumón que nos seguían en fila por toda la casa...... Los metimos en un barreño con agua para que nadaran…, después se acurrucaban en el regazo de mi madre buscando calor...... Recuerdo... recuerdo el jardincillo junto al colegio donde nos colábamos saltando la valla y trepábamos a los árboles para coger hojas de morera... Ahora veo a los gusanos de seda metidos en la caja de zapatos con la tapa agujereada... Sí... Gusanos blancos y otros de rayas negras... Y la magia de contemplarlos envolviéndose en sus capullos de seda...... Recuerdo... recuerdo los payasos del circo... Sí... Aunque los niños se reían a carcajadas, tras esa nariz redonda y esas muecas histriónicas había dolor y amargura......
Durante unos instantes permaneció en silencio. Su respiración era profunda y acompasada.
—Recuerdo... recuerdo aquel globo rojo que se le escapó a una niña en un parque lleno de rosales... Sí... Aún lo estoy viendo volar cada vez más alto hacia el infinito y yo me preguntaba hasta dónde llegaría....... Recuerdo aquel pobre elefante encerrado en la jaula del Retiro y sus ojos llenos de tristeza... Nosotros le dábamos cacahuetes y él los recogía enrollando suavemente la trompa... Recuerdo aquel pastor alemán siempre a la entrada de la frutería, y la bondad reflejada en la cara de la vieja frutera que solía regalarnos fresas y mandarinas...... Recuerdo a mi abuelo contándonos historias de duendes junto a un arroyo, rodeados de árboles cubiertos de musgo verde...... Recuerdo aquel verano aprendiendo a nadar con mi padre en una pequeña cala del Mediterráneo... El color azul turquesa del mar y la luz brillante del sol me parecían lo mejor del mundo...... Recuerdo cuando mi madre iba a buscarnos al colegio y nos compraba pasteles... Recuerdo su bondad... Jamás... jamás la escuché hablar mal de nadie......
Por unos momentos Héctor se estremeció en el diván. El psicólogo permanecía atento a cada gesto y cada palabra del paciente.
—Recuerdo aquel concierto de música clásica en el salón de actos del colegio... La orquesta interpretó El lago de los cisnes... Nunca había sentido nada igual dentro de mí... El sonido de aquellos violines me hechizó para siempre...... Ahora... ahora veo a mi hermana en el hospital cuando la operaron...... Yo era muy pequeño, sí... A Nerea le habían regalado un gato... Un gato a rayas... Rayas naranjas, verdes y amarillas...... Tenía unos bigotes negros de plástico...... Entonces yo... yo... pregunté: «¿Ese gato de dónde ha salido?»...... Alguien dijo... «Lo han sacado de la barriguita de tu hermana»....... Y en mi inocencia me lo creí...... Sí... ¿Por qué razón me iban mentir?...... Estuve engañado muchos años con aquello...... Hasta que un día lo descubrí por mí mismo...... Y de ahí... de ahí vienen varias cosas...... De ahí viene mi engaño ante la vida...... Sí... La vida es un enorme engaño......
Héctor hizo una pausa. Los peces se deslizaban sinuosamente mientras el doctor Smith escuchaba tomando notas.
—Recuerdo también el babero blanco...... Sí... El babero con el dibujo de Goofy...... Aquel babero me gustaba, pero también me hacía daño... Tenía los bordes de plástico y me rozaba el cuello...... Quizás... quizás era lo mismo que la vida... A veces puede ser incómoda, pero... al fin y al cabo es lo único que tenemos...... Cuando supe que el babero perteneció a mi hermano, creo... creo que ese día perdí gran parte de mi inocencia...... Sí... Recuerdo aquel día en el trastero con Nerea......
Héctor se quedó pensativo reflejando tristeza en su semblante.
—Ahora veo a mi madre dentro de la iglesia...... Sí... Cuando todo el mundo permanecía en silencio reconociendo sus pecados, ella cerraba los ojos y ponía un gesto de dolor infinito...... Yo no sabía por qué... Más tarde supe que era por el secreto... Sí... El secreto...... Mi madre se sentía culpable de algo que era inocente... porque... porque ella no pudo hacer nada... nada... nada......
Los ojos de Héctor se humedecieron.
—¿Cuál era ese secreto? —preguntó el psicólogo.
—El secreto era... mi hermano....... Yo no supe que mi hermano existió hasta los siete años. Sí... Lo descubrí aquel día que fui al trastero con mi hermana Nerea.
—Hábleme de su hermano.
De pronto sus brazos se tensaron. Héctor respiró hondo varias veces. El doctor Smith aguardaba expectante a su respuesta.
—Qué... qué puedo decir...... El recuerdo de mi hermano es como una sombra que se cierne sobre la familia....... Tuvo que ser desgarrador...... Lo que sucedió aquel día representa el lado oscuro de la existencia… A veces me horroriza pensar que mis padres quisieron convertirme en el sustituto de mi hermano... Creo que me ocultaron todo, porque mencionarlo habría sido dar por hecho que había existido, que no era yo...... Sí....... De alguna manera siento que soy su sustituto......
Hubo unos instantes de silencio. Tan sólo se escuchaba el sonido del agua corriendo sobre la fuente. Héctor entreabrió los ojos. Una lágrima resbaló por su mejilla.
—La vida es cruel... ¿Por qué le sucedió eso a mi hermano?...... ¿Por qué terminó su camino a los cinco años y yo sigo aquí?...... ¿Por qué un mísero piñón puede acabar con la vida de alguien inocente?...... ¿Por qué todo pende tan sólo de un hilo?...... ¿Por qué tuvo que morir en sus brazos?...... ¿Por qué mi pobre madre tuvo que sufrir tanto?...... ¿Por qué?...... ¿Por qué?......
El psicólogo no supo contestar a todas aquellas preguntas.
—Durante... durante muchos años... tuve la misma pesadilla...... Me ahogaba con un piñón igual que él.......
Héctor se incorporó del diván.
—Y ahora… ahora el sueño con la foto de mi hermano me persigue...... ¿Qué... qué puede ser?
—¿No serán sus propios fantasmas? —sugirió el doctor.
—No estoy seguro...... Algo extraño sucede en esa casa...... Puede que sean imaginaciones mías, no lo sé; pero creo que mi hermano quiere enviarme un mensaje......
—No se obsesione tanto con su hermano. Sin duda tiene una fijación con él muy arraigada.
—Cómo no habría de tenerla… Era mi hermano… y murió.
—Pero no le conoció.
—¿Y qué importa eso? Llevaba mi misma sangre...
Héctor rompió a llorar.
—Vamos, tranquilícese —dijo poniendo la mano sobre su hombro. El psicólogo creyó conveniente virar el rumbo de la conversación.
—Hábleme a corazón abierto de usted. No se disculpe ni se excuse por nada de lo que diga. Piense en todo momento que está hablando con su conciencia.
Héctor secó sus lágrimas con las manos. Tenía la respiración entrecortada.
—He llevado una vida absurda....... Creo... creo que no he dejado nunca de dar palos de ciego...... Siento que mi vida ha sido como el mito de Sísifo...... ¿Lo conoce?
—Cuéntemelo —respondió el doctor con el bloc preparado para tomar un nuevo apunte.
—Sísifo empujaba una bola enorme por la pendiente de una montaña...... Empleaba todo su esfuerzo en hacer subir la bola hasta la cima...... Sísifo miraba con fe hacia arriba, hacia la cumbre...... Pero siempre justo cuando lo iba a conseguir, la bola caía rodando pendiente abajo y tenía que comenzar de nuevo...... Así una y otra vez sin descanso....... Esa metáfora es el resumen de mi vida...... Creo... creo que gracias al arte he podido sobrevivir...... Elegí ser pianista porque para mí la música es verdad... Cuando la música suena, no hace falta entender nada... Tan sólo es suficiente sentirla...... Me he refugiado siempre en las teclas del piano como único consuelo ante este desatino....... Sumergido entre las notas de la música, es el único momento en el cual todo tiene sentido para mí y puedo burlar el destino...... Destino, desatino...... Es curioso cuánto se parecen esas dos palabras......
Héctor suspiró hondo y continuó hablando suavemente.
—A veces me pregunto si merece la pena vivir...... Al final todo esfuerzo es tan vano, tan inútil...... Tanto sacrificio, tanto luchar día a día para nada...... Cuando eres un adolescente, piensas que te vas a comer el mundo… pero luego el mundo te devora sin piedad...... La vida no tiene prisa por enseñarte la lección... siempre lo hace tomándose su tiempo....... Lo cierto es que nunca terminamos por aprenderlo todo...... Damos tumbos de acá para allá como un borracho impenitente....... Cada día tenemos que reinventarnos a nosotros mismos, y ese esfuerzo cotidiano cuesta tanto...... Hay veces que cuesta ponerse la careta para representar día a día nuestro estúpido papel en este sinsentido...... Hay veces que cuando suena el despertador, lo romperías en pedazos y te quedarías escondido entre las sábanas acurrucado en un ovillo renegando de la existencia......
—Y bien, Héctor —replicó el psicólogo—, ¿por qué no se plantea las cosas desde otro punto de vista más positivo? Dice usted que a veces reniega de la existencia, pero, ¿tiene algo que perder por el mero hecho de existir? ¿No piensa que también hay cosas por las cuales merece la pena vivir?
—¿Qué cosas? —preguntó Héctor en tono escéptico.
El doctor Smith se inclinó hacia delante mirándole con gesto de acercamiento.
—Por ejemplo, la amistad.
Héctor sonrió levemente con la mirada puesta en el acuario de los peces.
—En este mundo sólo puedes confiar en ti mismo...... Creo que la gente es falsa y superficial; en el fondo nadie es auténtico de verdad...... Ya he perdido la cuenta de todos los amigos que han se han cruzado por mi vida...... Al final sólo forman parte de una colección de personas que pasan por delante de ti...... Cumplen su ciclo y luego desaparecen para siempre...... Algunas permanecen más tiempo, pero al final también terminan por desaparecer...... Y entonces uno se encuentra solo ante el mundo...... Solo ante el universo......
—¿No cree usted en Dios? —preguntó el psicólogo.
Héctor se quedó pensativo por unos instantes.
—No, no creo...... Dios no hubiera podido ser tan cruel inventando por capricho un mundo tan amargo; ni siquiera con el premio de un paraíso en el cielo...... Lo más duro de no creer en Dios es ser consciente de que ésta es tu única partida... y aunque tengas la fortuna de ganarla, sabes que no va a haber más recompensa que la vida misma......
—Se está usted contradiciendo—rebatió el doctor Smith—. Si reniega de la existencia, ¿por qué busca una recompensa en ella?
—¿Acaso hay algo más humano que la contradicción? —respondió Héctor—. Sí, es cierto... A menudo reniego de la vida; pero también me agarro con fuerza a ella...... En el fondo nadie quiere dejar de formar parte del mundo aunque sufra; aunque todo sea un vano intento que acabará en la nada más absoluta......
9
Después de varias sesiones intensivas de psicoanálisis, el doctor Smith le diagnosticó un trastorno obsesivo compulsivo de la infancia que no había podido superar durante la madurez. Pero de poco sirvieron aquellos encuentros semanales con el psicólogo para mitigar su desasosiego y equilibrar su estado mental. Desde que visitó la casa paterna, el recuerdo constante del hermano había desbordado por completo su vida. Héctor seguía soñando cada noche con la foto del marco. La mirada de Rafael al girar la cabeza siempre lograba intimidarle. Aquel rostro transmitía una expresión angustiosa... Estaba seguro de que su hermano intentaba comunicarle algo.
Con el paso del tiempo, Héctor se fue perturbando cada vez más. Su estado mental fluctuaba entre el desquiciamiento y la melancolía de manera constante. Ya ni siquiera se sentía bien tocando el piano. Golpeaba las teclas con vehemencia perdiéndose entre notas lúgubres y disonantes empujadas bajo aquellos dedos tensos por la frustración. Se sumergía durante horas en la nueva sinfonía, desgarrando con cada nota lo más profundo de su ser. A menudo solía interrumpirla cerrando la tapa del piano y echándose a llorar sobre ella.
Arrastrado por una obsesión enfermiza, decidió volver otra vez a casa de sus padres para empaparse de los recuerdos. Sabía las consecuencias que podía traerle el mero hecho de girar la llave y retornar de golpe al pasado; pero en el fondo no le importaba. Regresó de nuevo a su antigua casa, asumiendo cualquier riesgo que pudiera afectarle. Héctor se quitó el abrigo, encendió un par de velas y se dirigió al trastero. Nada más entrar, sintió un frío espeluznante. Parecía como si aquel lugar estuviera aislado del resto de la vivienda; y en cierto modo lo estaba... Lo primero que hizo fue sacar el marco de la vitrina y ponerle un cristal nuevo. Invadido por la tristeza, miró la foto de Rafael… Dejó el marco sobre la mesa, cogió una de las velas y extendió el brazo para alumbrar la estancia. En uno de los cajones de la antigua cómoda descubrió varios cuadernos escolares de su hermano. Héctor los hojeó ansioso y expectante. Había muchas hojas garabateadas por Rafita y un dibujo de los Reyes Magos dedicado a sus padres con letra grande y redondeada de niño:
«Queridos papás: os he hecho este crisma con toda mi alegría. Os lo regalo a los dos y me gustaría que lo guardarais siempre como recuerdo. Os quiero mucho. Rafael».
Se le saltaban las lágrimas releyendo aquellas palabras... Héctor acarició suavemente las letras con los ojos llenos de melancolía... Después se arrastró por el suelo, cogió el baúl y lo puso en el centro. Comenzó a revisar las fotos metiéndose en cada una de ellas, reviviendo esos instantes como si él mismo hubiera estado allí. Observaba las imágenes con una lupa de aumento para no perder detalle de nada. Fijaba la vista en un reloj, en una pulsera, en un pliegue de ropa, en una sonrisa, en un gesto... Revivía los colores, los sonidos, los olores, el movimiento... Bajaba los párpados embelesado, prolongando aquellas escenas en su mente. Estuvo más de dos horas allí dentro haciendo un nostálgico recordatorio del pasado familiar.
Justo cuando se puso el abrigo y se disponía a salir por la puerta, escuchó un golpe secó dentro de la casa. Su corazón se paralizó. Sin duda aquel ruido provenía del trastero. Héctor dio media vuelta y se dirigió de nuevo hasta allí. Encendió una de las velas y entró. Echó un vistazo general. Todo permanecía en su sitio. Todo, excepto una cosa... El marco yacía volcado sobre la vitrina como si le hubieran dado un manotazo. Ahora ya no le cabía la menor duda. Estaba convencido de que algo relacionado con su hermano se manifestaba en aquella estancia. Salió rápidamente de la casa, entró en una cabina y llamó por teléfono a Nerea. Con la respiración entrecortada, le contó lo sucedido. Al día siguiente volvió a llamarla. Quería que fueran juntos a la casa para hacer espiritismo y ponerse en contacto con Rafael. Pero ella se negó en rotundo.
Justo cuando se puso el abrigo y se disponía a salir por la puerta, escuchó un golpe secó dentro de la casa. Su corazón se paralizó. Sin duda aquel ruido provenía del trastero. Héctor dio media vuelta y se dirigió de nuevo hasta allí. Encendió una de las velas y entró. Echó un vistazo general. Todo permanecía en su sitio. Todo, excepto una cosa... El marco yacía volcado sobre la vitrina como si le hubieran dado un manotazo. Ahora ya no le cabía la menor duda. Estaba convencido de que algo relacionado con su hermano se manifestaba en aquella estancia. Salió rápidamente de la casa, entró en una cabina y llamó por teléfono a Nerea. Con la respiración entrecortada, le contó lo sucedido. Al día siguiente volvió a llamarla. Quería que fueran juntos a la casa para hacer espiritismo y ponerse en contacto con Rafael. Pero ella se negó en rotundo.
—Ni lo sueñes. No pienso ir allí.
—De acuerdo —respondió Héctor—. Entonces lo prepararé todo yo solo.
—No lo hagas, por favor —suplicó Nerea—. Estas cosas me dan mucho miedo...
—Necesito ponerme en contacto con él.
—¿Para qué, Héctor, para qué? No vas a conseguir nada removiendo el pasado. Nuestro hermano murió. Tienes que aprender a aceptarlo.
—Debo hacerlo —insistió—. Algo me lo pide. Es como una voz que me susurra...
—¿Por qué no dejas las cosas tal y como están? ¿No te parece que es lo mejor?
—Yo... necesito hablarle... Necesito saber dónde se encuentra... Aunque... empiezo a sospecharlo...
—¿Pero por qué tienes esa obsesión con él? ¿No ves que puede acabar siendo dañino para ti?
—Tú pudiste conocerle. Para mí tan sólo ha sido siempre un recuerdo oculto, un espectro, un alma perdida en el limbo que no encuentra su lugar...
—¿Y crees que en la casa vas a hallar esas respuestas? Desengáñate y vuelve a la realidad. Allí solamente quedan unos viejos muebles por tirar.
—No, Nerea, claro que no... Allí hay mucho más que muebles viejos... Las paredes hablan... y la casa... respira... Sí... La casa... respira...
Por un momento creyó que su hermano se estaba volviendo loco.
—Héctor, tú... tú no estás bien. ¿Por qué has dejado de ir a la consulta? Creo que deberías volver a pedir cita con el psicólogo. ¿Quieres... quieres que vayamos juntos?
Durante varios segundos permaneció en silencio.
—La casa respira... —susurró con voz abstraída.
Después colgó.
Al día siguiente Héctor hizo todos los preparativos. Por la tarde fue a una tienda de esoterismo para proveerse de lo necesario. Allí compró un tablero de ouija con los signos del zodíaco, media docena de velas moradas y una tela negra hexagonal con la que pensaba cubrir el suelo del trastero. Esa misma noche se acercó hasta la casa decidido a practicar el ritual de invocación. Seleccionó varias fotos de Rafael y después las distribuyó sobre la tela rodeando el tablero. Héctor se sentó delante cruzando las piernas. Dudaba si él solo podría generar la suficiente energía para llevar a cabo la sesión de espiritismo; pero enseguida se dio cuenta de que una vibración intensa se palpaba en el ambiente. Colocó el vaso en el centro del tablero, puso los dedos encima y comenzó a pensar en Rafael con toda su alma. Luego cerró los ojos muy concentrado y respiró profundamente. Varios segundos después, invocó al espíritu de su hermano.
—¿Estás aquí? —preguntó con la mano sobre el vaso.
Nada se movía, aunque un presentimiento invadió su ánimo. Creyó sentir el espíritu de alguien en el trastero.
—¿Estás aquí? —volvió a repetir con vehemencia.
Durante casi un minuto, el sonido del silencio era lo único que se podía escuchar... De repente, un frío helador se apoderó de la estancia.
—¿Estás en casa? —farfulló con los músculos tensos.
El vaso comenzó a vibrar bajo sus dedos. Luego se deslizó sobre el tablero de ouija señalando un “Sí”. Su corazón latió acelerado.
—¿Puedes... puedes darme una señal?
Héctor miraba al tablero expectante. Una ligera corriente de aire hizo que las llamas de las velas fluctuaran.
—¿Dónde ocurrió todo?
—¿Puedes... puedes darme una señal?
Héctor miraba al tablero expectante. Una ligera corriente de aire hizo que las llamas de las velas fluctuaran.
—¿Dónde ocurrió todo?
El vaso marcó las cuatro letras de “Aquí”.
—¿Sabes quién soy?
El vaso se deslizó para escribir “Yo”. Un nudo cerró su estómago.
—¿Estás... estás vivo en algún sitio?
Una vez más dijo “Sí”.
—¿Cerca de mí?
Sin dudarlo ni un instante señaló “Sí”.
—¿Muy cerca?
El vaso dio varias vueltas en espiral sobre el tablero. Luego escribió “Dentro”.
Sus dedos comenzaron a temblar.
—¿Dónde...?
Esta vez el vaso permaneció estático. No contestaba. De pronto la foto del marco se volcó sobre la vitrina. Un escalofrío recorrió su columna.
—¡Dónde estás, maldita sea, dónde!
El vaso empezó a moverse oscilando de lado a lado sin parar en ninguna letra.
—¡Vamos, dímelo de una vez! ¡Dónde estás!
El vaso se detuvo un instante. Luego señaló: “Dentro de ti”. Después se deslizó a toda velocidad por un lateral del tablero hasta chocar con el zócalo haciéndose añicos.
La sangre le subió de golpe a las sienes. Héctor notó que le faltaba el oxígeno. Sentía como si se hubiese atragantado con algo. Intentaba respirar entre espasmos, pero fue en vano. El aire allí dentro era del todo irrespirable.
Completamente lívido, cayó al suelo inconsciente.
Completamente lívido, cayó al suelo inconsciente.
10
Héctor no regresó a casa. En un principio nadie le echó en falta pues llevaba una vida muy ermitaña. Era capaz de aislarse del mundo durante semanas, sumergido en la composición de sus piezas musicales. Fue su maestro de piano don Ezequiel el primero en preocuparse. Una vez al mes revisaba sus partituras para aconsejarle; pero Héctor no acudió a la última cita que tenían concertada. Don Ezequiel le llamó varias veces a distintas horas sin poder localizarle. Extrañado por su ausencia, el profesor se puso en contacto con Nerea para saber si tenía noticias sobre el paradero de su hermano. Sin embargo, ella no había vuelto a hablar con Héctor desde aquel día. Don Ezequiel le dijo que la última vez que se citaron tenía mal aspecto y le notaba ensimismado. Se presentó en su despacho con unas profundas ojeras y barba de varios días. Las partituras que le llevó reflejaban un desquiciamiento absoluto en la composición. Todas las notas eran tétricas y disonantes; si bien es cierto que encajaban perfectamente con el título de su nueva sinfonía: Obsesión.
Alarmada por lo que le acababa de referir don Ezequiel, Nerea se acercó hasta la casa de su hermano. Héctor le había dejado una copia de las llaves para cualquier situación de emergencia. Pero no encontró a nadie en su domicilio, ni tampoco señales de que hubiera estado allí. En la sala del piano halló un montón de fotos familiares y las partituras de su sinfonía recién terminada. Nerea empezó a temerse lo peor... Con el corazón acelerado, fue a casa de sus padres invadida por un mal presentimiento. Nada más abrir la puerta, se dirigió al trastero. Allí encontró su cuerpo tumbado boca arriba sobre el tablero de ouija, rodeado de velas consumidas y restos de cristales. Sus ojos miraban hacia el techo sin expresión, insondables y vacíos. Las fotos de Rafael eran los únicos testigos de aquella trágica estampa... Nerea se desplomó impresionada y rompió a llorar abrazándole. Por segunda vez en su vida tuvo que contemplar la muerte de un hermano en aquel tétrico lugar.
11
Nerea decidió vender la casa lo antes posible, tasándola en un precio muy por debajo de su valor. Estaba decidida a enterrar de una vez el pasado y aquella vivienda era lo primero que debía desaparecer de sus recuerdos. Tenía la idea de irse a vivir lejos de allí, incluso a otra ciudad lo más alejada posible de Madrid.
Debido a las extrañas circunstancias del fallecimiento, el juez ordenó practicar la autopsia del cadáver en el Instituto Anatómico. Un día más tarde, el médico forense certificó que Héctor había muerto por asfixia. Después de realizar las pruebas pertinentes, observó que tenía un cuerpo enquistado justo a la entrada de la tráquea. Rodeado de sus asistentes, el forense practicó una incisión debajo del cuello con el bisturí. Antes de extirparlo, no podía saber qué era, pero sin duda se trataba de algo insólito. Parecía llevar mucho tiempo alojado en la tráquea de Héctor. Cuando por fin lo extrajo con las pinzas, se quedó perplejo. Nunca había observado nada similar... El médico forense sacó a la luz aquello para que lo vieran sus ayudantes de sala. Todos se quedaron asombrados ante el extraño hallazgo. Era un piñón.
Oscar Nóbregas, Madrid 2013
A mi madre, bella por dentro y por fuera
Oscar Nóbregas
Oscar Nóbregas nació en Madrid.
Desde los años noventa se dedica plenamente al mundo de la literatura. Colabora en diversas revistas literarias, así como en programas radiofónicos dedicados a las letras, tareas que compagina con su afición por la fotografía artística.
Con su novela "Retazos de un Bastardo" -2006- ha conseguido un éxito sin precedentes en los círculos literarios vanguardistas, que le han aupado a una situación de privilegio en el mundo de las letras, por lo arriesgado e innovador de su proyecto. Retazos de un Bastardo es para muchos la obra literaria más original de los últimos años.
Oscar Nóbregas también ha escrito otras dos novelas:
"Efluvios Metafísicos" -2009- (un estudio sobre sexo, droga y rock and roll); y "El Beso de la Esfinge" -2012- (novela erótica ambientada en los años 90).
"Efluvios Metafísicos" -2009- (un estudio sobre sexo, droga y rock and roll); y "El Beso de la Esfinge" -2012- (novela erótica ambientada en los años 90).
Tiene en proyecto un cuarto libro: "El Susurro del Cárabo"; novela histórica basada en una leyenda rusa del siglo XIX.
En la actualidad se halla inmerso en un ciclo de relatos titulado "Bajo la Sombra del Yinkgo Biloba".
Ana María Nóbregas Manrique "In Memoriam"
Algo mío se fue contigo, algo tuyo vive en mi alma
Te quiero
Otros relatos de Oscar Nóbregas
http://acontratiempooscarnobregas1.blogspot.com.es/
http://lareunionsecretaoscarnobregas.blogspot.com/
http://oscarnobregasbajolacalavera.blogspot.com/
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Libros de Oscar Nóbregas
Fotos de Oscar Nóbregas
Entrevista Oscar Nóbregas
Programa Radio Oscar Nóbregas:
Entrevista con Oscar Nóbregas
Venturas y desventuras de un escritor madrileño...
Oscar Nóbregas es un ratón de biblioteca del siglo XXI. Aislado en su escritorio o buscando en los archivos de la Biblioteca Nacional, elucubra nuevas ideas y personajes para sus próximo libros.
Nos hemos tomado la licencia de apartarle de su trabajo durante un rato para que nos permita conocerle un poco mejor, a él y a su trabajo.
Oscar, ¿se puede vivir de escribir hoy en día?
Oscar, ¿se puede vivir de escribir hoy en día?
Salvo algunos privilegiados, es muy difícil vivir de la literatura; aunque pienso que es mejor que sea así. La creación no debe estar sujeta a una nómina, porque escribir bajo presión a lo único que conduce es a coartar la espontaneidad. Un escritor no puede escribir una novela pensando que con el dinero que obtenga va a pagar las facturas.
Te voy a mencionar 3 conceptos; me gustaría que nos contaras en qué medida te afectan, para bien o para mal, en el desarrollo de tu profesión:
Editores
Los editores son un mal necesario para los escritores; un arma de doble filo que se puede volver contra ti. Lo más duro para un escritor es descubrir que los problemas no terminan cuando publica una novela, sino que pueden empezar justo en ese momento... Si tienes buena relación con tu editor, éste puede darte alas y hacer que tu obra crezca; pero si tienes la mala suerte de topar con un editor que no te apoya lo suficiente, puede convertirse en tu principal enemigo; la tumba de tu propia novela. Con un editor abúlico todos tus esfuerzos caen en saco roto. De nada sirve remar con todas tus fuerzas, si el que lleva el timón te deja encallado en la orilla.
Para muchos editores prevalece el número de ventas por encima de la originalidad o la calidad literaria, y ese punto de vista muchas veces aborta grandes proyectos más cercanos a la vanguardista que a lo meramente estándar. A fin de cuentas, una editorial no es otra cosa que una empresa… Pero también hay editores arriesgados que aman la literatura por encima de las cifras, aunque por desgracia suelen ser muchos menos.
Lo triste para cualquier escritor es echar un vistazo tras los escaparates de las librerías y ver auténticas bazofias presentadas con jactancia como best sellers, cuando lo cierto es que el número de ventas rara vez va en concordancia con la calidad literaria.
Internet
Siempre miro con recelo los avances tecnológicos, pues pienso que muchas veces nos proporcionan "comodidades" que a la larga te acaban creando una dependencia innecesaria, que al final lo único que consigue es esclavizarnos. Pero como todo en la vida, depende del uso que le des a las cosas. En el caso de Internet, no se puede negar que es un instrumento que bien utilizado ofrece infinitas posibilidades al permitir comunicarte con el resto del mundo. Para mí es muy gratificante saber que gracias a los foros literarios de Internet, mi novela ha llegado a manos de lectores en toda Hispanoamérica e incluso al sur de los Estados Unidos.
Uno de los peligros de Internet es el hecho de caer en la incomunicación de la comunicación y en la desinformación a base de sobreinformación. Por otro lado, me inquieta el hecho de que Internet ya no sea algo opcional que consultar de vez en cuando sentados frente a una pantalla; ahora llevamos Internet a cuestas en el bolsillo durante todo el día… Pienso que la irrupción de los ordenadores y los teléfonos móviles en nuestra vida privada nos ha desbordado por completo, y no creo ni por asomo que ahora seamos más felices ni que nos comuniquemos mejor que antes.
Todo este fenómeno social es un montaje lucrativo de las empresas tecnológicas, las cuales nos han puesto el “caramelito” de las grandes ventajas de estar comunicados las 24 horas del día como algo esencial en nuestras vidas… Han diseñado lo que quieren que necesitemos para que no podamos prescindir de ello en el futuro. Nos están alienando y no hemos hecho nada por impedirlo. Nuestra sociedad, que es básicamente superflua y materialista, convierte los lujos en necesidades. Ahora si no tienes Guasap, eres poco menos que un proscrito y la gente te margina por no “estar al día”. Ya no importa la amistad en sí misma. Importa que estés conectado a la red constantemente por medio del teléfono móvil, aunque sólo sea para decir estupideces…
Lo que muchos no sospechan o no quieren ver, es que detrás de ese invento tecnológico vendrá otro que le sustituya. Ya están preparando desde un despacho de marketing publicitario lo que “vamos a necesitar” en el futuro… Así nos mantienen de por vida idiotizados con la zanahoria delante de nuestras narices, lucrándose a base de nuestra imperiosa necesidad de comunicarnos como especie social y gregaria que somos por naturaleza.
Por mi parte, no soy una persona que necesite estar constantemente comunicado, como el que tiene que estar asistido a un tubo conectado con una botella de suero para sobrevivir. Prefiero disfrutar de lo que tengo delante y charlar sin que nada me interrumpa, cosa que ya es muy difícil, pues todos los que están enganchados al móvil viven para él, siempre más pendientes de lo que está lejos que de lo que tienen enfrente.
A veces pienso que la gente debe de estar muy vacía por dentro cuando siente la necesidad obsesiva de comunicarse a cada instante por medio del Smartphone. Este artilugio se ha convertido en una prótesis inseparable de las personas. Es patético observar a todo el mundo imbuido en sus teléfonos como si buscaran ansiosamente la felicidad allí dentro.
A veces pienso que la gente debe de estar muy vacía por dentro cuando siente la necesidad obsesiva de comunicarse a cada instante por medio del Smartphone. Este artilugio se ha convertido en una prótesis inseparable de las personas. Es patético observar a todo el mundo imbuido en sus teléfonos como si buscaran ansiosamente la felicidad allí dentro.
Los parámetros que ha diseñado el móvil a principios de este siglo me parece un síntoma enfermizo de la sociedad actual. El móvil ha idiotizado a la gente, convirtiéndola en marionetas de un artilugio superfluo. Realmente me parece una esclavitud disfrazada de comodidad.
Lo cierto es que la gente se sigue sintiendo igual de sola que antes. No ha mejorado la comunicación real, tan sólo la virtual. A pesar de Facebook, los amigos de verdad se siguen contando con los dedos de una mano.
Con los ordenadores hay que saber dónde termina la realidad y dónde comienza lo virtual. No podemos canalizar todas nuestras emociones a través de una pantalla. El riesgo de Internet es que si no lo usamos con inteligencia puede acabar cuadriculando nuestra mente.
Crisis
La crisis económica es algo que sin duda ha repercutido en todos los ámbitos, tanto a nivel nacional como internacional. En la literatura no iba a ser menos y las ventas han descendido desde hace un par de años. Pero al margen de la literatura, lo que me preocupa de todo este "pesimismo general" que estamos viviendo no es la crisis en sí misma, sino saber quién está interesado en tenernos pendientes de que suba o baje la Bolsa para desviar nuestra atención de los problemas reales de nuestra sociedad, y de esa manera tenernos hipnotizados. Nos marean con cifras y términos económicos que a la postre lo único que consiguen es desorientarnos y que perdamos toda referencia con la realidad. Los medios de comunicación se convierten en trileros que nos bombardean con noticias contradictorias las cuales terminan por anular cualquier criterio razonable.
Antiguamente al pueblo llano se le tenía atemorizado con la religión y sus mensajes apocalípticos. En el siglo XXI los gobernantes nos meten miedo con la crisis, que al fin y al cabo no son más que números y estadísticas que basculan. Lo cierto es que nos subyugan creando un ambiente general de situación límite, cuando la realidad es que nunca hemos tenido más comodidades que ahora. Crisis fue la que vivieron nuestros abuelos en la posguerra comiendo mondas de patatas y pasando verdaderas necesidades. Ahora dicen que estamos en plena crisis, pero no conozco a nadie que haya renunciado a su teléfono móvil, ni a instalar su tdt para poder ver un montón de canales en la televisión.
Para mí la verdadera crisis es la medioambiental. Cuando empiecen a deshelarse los casquetes polares de manera irreversible, como de hecho ya está sucediendo, todas esas cifras económicas dejarán de tener sentido… Por desgracia el ser humano es así: capaz de lo mejor y de lo peor.
Oscar ha dirigido como locutor y guionista un programa de radio: El Bosque Encantado. Háblanos de tu experiencia en las ondas; ¿qué es lo que más te aporta para tu profesión de escritor?
Quizás el hecho de dar más relieve a tus escritos mediante una lectura oral de los textos, descubriendo que una misma frase puede ser leída con matices distintos.
La Radio te proporciona el tono y la intensidad de la que carece la lectura mental, pues a veces las palabras se quedan algo mudas si no las expresamos mediante los labios.
La Radio también te aporta ese punto de improvisación que a menudo libera a los textos de las páginas y los hace volar más libres.
Sabemos que te gusta la fotografía artística, ¿no has pensado utilizar en las portadas de tus libros alguna de tus fotografías?
Sí, de hecho las portadas de tercer y del cuarto libro llevarán fotos hechas por mí. No ha surgido antes porque no veía una imagen que pudiera encajar con el ambiente de la novela.
Háblanos de tu "Crónica Sobre la Historia del Rock"... ¿Cuál es tu grupo de rock favorito?
De esa crónica surgió la idea de mi segunda novela Efluvios Metafísicos, que de alguna manera es un homenaje a la música contemporánea en sus distintos estilos: Blues, Jazz, Rock, Pop, Folk, New Age, etc.
Desde siempre he estado rodeado de músicos, cantantes o de gente melómana apasionada con grandes colecciones de discos, por lo cual no me ha sido difícil imbuirme de lleno en dicho terreno.
En cuanto al Rock, lo he disfrutado de manera apasionada desde la adolescencia, y, aunque no tuve la suerte de experimentarlo en su época dorada por cuestiones de edad, sí que he vivido la inercia de ese movimiento unos años más tarde.
La lista de grupos de Rock que me han influido sería interminable... Básicamente corresponden a bandas formadas en las décadas de los 60 y los 70, que sin duda son los años más creativos la historia del Rock. Creo que los grupos que más me han marcado son Pink Floyd y Led Zeppelin. Cada cual en su estilo, me parecen las dos bandas más carismáticas que ha habido nunca. Pero no puedo dejar de nombrar a los Beatles, que supusieron una auténtica revolución. Incluso hoy en día, casi 50 años después, sus canciones no han perdido ni un ápice de frescura y vitalidad. El fenómeno beatle fue algo único e irrepetible que marcó a muchas generaciones.
Por desgracia, ya casi no surgen grupos y artistas con la personalidad de
Santana, Jethro Tull, The Kinks, Rolling Stones, The Who, The Doors, Grateful Dead, Don Mc Lean, Crosby, Stills, Nash& Young, Bob Dylan, Carole King, Donovan, Cat Stevens, Ten Years After, Cream, Allman Brothers, Creedence Clearwater Revival, Deep Purple, Black Sabbath, Jimi Hendrix, Frank Zappa, Fleetwood Mac, Lou Reed, David Bowie, T. Rex, Bob Marley, Queen, Genesis, King Crimson, Yes, Camel, Supertramp, Mike Oldfield, The Police, Dire Straits, U2...
Duendes es uno de esos escritos fantásticos que nos adentran en las peculiaridades de estos pequeños seres, concretamente, los que habitan en nuestra Sierra del Guadarrama. Quisiera saber ¿con qué duende te identificas más: campestre, montaraz o albino?
Supongo que tengo algo de cada uno. Quizá me identifico un poco más con los albinos, por aquello de que son una "rara avis" como yo...
Tras la “carrera de fondo” que supone escribir una novela, vemos que últimamente te has decantado por la “media distancia”. A la hora de crear narraciones más cortas, ¿utilizas otro método distinto al de la novela para desarrollar la trama o el enfoque es similar? Coméntanos algo sobre tus relatos.
A pesar del reto intelectual y el esfuerzo que supone enfrentarte a una composición extensa, al principio de mi carrera como escritor me dediqué de lleno a escribir novelas, quizás porque me parecía más atractivo el hecho de tener atrapado al lector durante varios días con el ambiente y los personajes creados, cosa que en el ámbito del relato resulta imposible por cuestiones de extensión. Un relato viene a ser un aperitivo comparado con el guiso caliente que es una novela de doscientas páginas. Sin embargo, después concluir mi tercera novela sentí la necesidad de experimentar con otro ritmo literario. Sin duda el relato me ofrecía un terreno idóneo para plasmar las situaciones de una forma más directa. En los relatos las descripciones se prestan a mostrarse de manera concisa, mientras que en la novela tienes que ir tejiendo poco a poco el perfil de los protagonistas. Son creaciones distintas en cuanto a extensión, pero el ámbito en el que se mueven es básicamente el mismo; de hecho muchas novelas surgen de historias cortas.
En todos mis relatos siento el impulso vital de traspasar las barreras de lo políticamente correcto. No me interesa la escritura placentera sin más. Siempre intento mostrar las cosas sin pelos en la lengua pegando donde más duele. Esto a menudo puede crearte problemas, pero en mis escritos me interesa más la polémica que la complacencia. Me gusta meter el dedo en la llaga yendo a contracorriente. Creo que en general todos mis relatos tienen una vuelta de tuerca y son críticos con esta sociedad hipócrita en la que vivimos.
Bueno, creo va llegando el momento de centrarnos un poco en tu novela Retazos de un bastardo. ¿Cuánto tiempo te llevó escribirla y en qué te inspiraste?
Resulta difícil contabilizar en tiempo real, desde el momento en que surge el chispazo de una historia hasta el último capítulo. Las ideas son como peces que divagan por tu cabeza y que vas plasmando en tus escritos, unas antes o después sin saber por qué, pero no necesariamente de forma lineal. Por otro lado, desde que surge algo sólido hasta que germina, puede que transcurran varios meses, pues ni tú mismo sabes si esa idea va a fructificar. Luego viene la etapa de ordenar el rompecabezas para que todo ocupe su lugar exacto evitando que haya fisuras, y ése es otro proceso imposible de medir con un calendario, pues a veces recurres a apuntes que llevaban guardados en un cajón mucho tiempo.
Lo que sí te puedo asegurar, es que desde que terminé la novela hasta que se publicó pasaron varios años de llamar a puertas de editoriales y de enviarla a concursos. Por cierto, hoy en día estoy totalmente en contra de los concursos. Creo que no se debe escribir para competir con nadie.
Respecto a la inspiración de la novela, todo surge por una amalgama de sensaciones que van bullendo dentro de ti, condimentadas por mil influencias: una experiencia vivida, un pasaje de otra novela, la escena de una película, la letra de una canción, un suceso real que ves en las noticias, el artículo de un periódico, un pasaje de la historia... Todo ello forma un cóctel que agitas a la par con tu imaginación hasta que surge algo coherente y con una estructura definida.
En tu novela Retazos de un Bastardo, defines la felicidad como "un dulce estado de ánimo pasajero". ¿Crees que sin desdicha no hay dicha?
Desde luego, todo tiene su lado opuesto. Para que haya luz y saber lo que significa, es necesario conocer la oscuridad. El caso es que las personas más baqueteadas suelen valorar mejor las cosas buenas de la vida. No se puede mantener de forma perenne un estado de dicha absoluta o de éxtasis… La vida es un camino de contrastes. Como dice Luis Eduardo Aute, vivir es un ejercicio de gozo y dolor.
Reconozco que en esta pregunta tengo un interés personal, ya que hablamos de uno de mis cuadros favoritos... ¿Como se te ocurrió usar la imagen de “Saturno devorando a su hijo” en la portada de tu libro, sobre todo teniendo en cuenta que el protagonista es un pintor surrealista?
En un momento dado de la novela en el cual el pintor se haya atravesando un estado anímico tortuoso, decide plasmar en la pared de su buhardilla este cuadro de las Pinturas Negras de Goya. Saturno devorando a su hijo representa para él una alegoría freudiana de la humanidad devorando al hombre como individuo. Eso es lo que quiere expresar el pintor en su encierro tras sufrir una crisis existencial.
Lo que sí he comprobado con el paso del tiempo, es que la portada se ha convertido en una prueba de fuego para el lector de mi novela. Generalmente si te atrae la imagen, es que te va a gustar el contenido, y viceversa.
Recomienda tu novela a nuestros lectores...
Uf, recomendar mi propia novela es algo que me da bastante pudor... Puedo hablarte por boca de lectores que me han felicitado, diciendo cosas tan bonitas como que mi novela deja huella en el alma o que rebosa de sensibilidad e imaginación; que es una novela muy profunda y que te hace pensar sobre ti mismo; que en vez de páginas, las hojas parecen espejos que reflejan tus propios sentimientos.
En fin, qué más puedo deciros sobre Retazos de un Bastardo... Comentan por ahí que mi novela tiene afinidades con Kafka, Pessoa o Hermann Hesse. Al que le guste alguno de estos autores es probable que conecte con mi estilo; pero creo yo tengo mi propio sello, más cercano al tiempo que nos ha tocado vivir.
Una última pregunta... ¿Para cuándo tu próximo libro?
Me hallo inmerso en la redacción de once relatos que irán recopilados en un libro titulado Bajo la sombra del yinkgo biloba.
Estoy muy ilusionado con este proyecto y humildemente pienso que cada relato es un mundo en el que te sumerges de los pies a la cabeza. He puesto toda mi alma y mi corazón en ellos, así que espero no defraudar al lector…
Por nuestra parte, pediremos a los duendes y las hadas de la Sierra de Guadarrama que el deseo de Oscar se cumpla en breve y nosotros podamos verlo y contároslo desde aquí.
*******************
FOTOS ARTÍSTICAS DE
OSCAR NÓBREGAS
Primer premio concurso Magnum año 2000
La ira de Dios
Finalista concurso de fotografía Guadarrama 2004
Títulos de las fotos por orden de aparición:
1. Prado en diciembre
2. Árbol desnudo
3. Río Guadarrama helado
3. Río Guadarrama helado
4. Puente nevado
5. La torre en invierno
5. La torre en invierno
Títulos de las fotos por orden de aparición:
1. Arco iris en Guadarrama
2. Vistas desde la abadía, Mont Saint-Michel
3. Sombras sobre la nieve al atardecer, Guadarrama
4. Ruinas de Recópolis al atardecer
5. Río Piedra abstracto
6. Reflejos sobre el agua, Río Piedra
7. Reflejos plateados, Salinas de Torrevieja
8. Reflejos impresionistas sobre el agua, Río Piedra
9. Reflejos en el río Dulce
10. Reflejos del sol, salinas de Torrevieja
11. Ramas sobre fondo rosado, Cala Macarela
12. Pueblo fantasma, ruinas de Belchite
13. Por encima de las nubes, sobre el Mediterráneo
14. Nenúfares sobre nubes en el río Lobos
15. Dibujos de luz sobre el agua, Menorca
16. Luna llena en el cementerio de Atienza
17. Isla Vedra bajo la bruma
18. Lago del amor, Brujas
19. Hojas de haya a contraluz
20. Gaviota volando sobre el mar, Cala Macarela
21. Cuadro abstracto de sal, salinas de Torrevieja
22. Castillo de Atienza en la noche estrellada
23. Cabo de Formentor al atardecer
24. Lluvia sobre el canal, Brujas
25. Arena tostada, Playa de Caballería
26. Arcos sobre la arena, Playa de las Catedrales
27. Arbusto sobre la nieve, Guadarrama
28. Arbusto sobre fondo marino
29. Árbol siniestro, Hayedo de Montejo
30. Árbol seco, Burgos
31. Abadía del Mont Saint-Michel
2. Vistas desde la abadía, Mont Saint-Michel
3. Sombras sobre la nieve al atardecer, Guadarrama
4. Ruinas de Recópolis al atardecer
5. Río Piedra abstracto
6. Reflejos sobre el agua, Río Piedra
7. Reflejos plateados, Salinas de Torrevieja
8. Reflejos impresionistas sobre el agua, Río Piedra
9. Reflejos en el río Dulce
10. Reflejos del sol, salinas de Torrevieja
11. Ramas sobre fondo rosado, Cala Macarela
12. Pueblo fantasma, ruinas de Belchite
13. Por encima de las nubes, sobre el Mediterráneo
14. Nenúfares sobre nubes en el río Lobos
15. Dibujos de luz sobre el agua, Menorca
16. Luna llena en el cementerio de Atienza
17. Isla Vedra bajo la bruma
18. Lago del amor, Brujas
19. Hojas de haya a contraluz
20. Gaviota volando sobre el mar, Cala Macarela
21. Cuadro abstracto de sal, salinas de Torrevieja
22. Castillo de Atienza en la noche estrellada
23. Cabo de Formentor al atardecer
24. Lluvia sobre el canal, Brujas
25. Arena tostada, Playa de Caballería
26. Arcos sobre la arena, Playa de las Catedrales
27. Arbusto sobre la nieve, Guadarrama
28. Arbusto sobre fondo marino
29. Árbol siniestro, Hayedo de Montejo
30. Árbol seco, Burgos
31. Abadía del Mont Saint-Michel
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Oscar Nóbregas
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